Ser cristiano originario significa trabajar en uno mismo. Ser cristiano originario significa no perder nunca de vista la meta de volver a ser uno con Dios, nuestro Padre, y con Cristo, nuestro Redentor, sino que, día a día, y paso a paso, irse acercando al gran Espíritu. ¿Cómo? Las indicaciones de lo que nos falta trabajar como personas, nos las dan los días: cuando nos trae sus preocupaciones, alegrías, necesidades, y muchas cosas más. Y cada día, es el día de cada uno: qué tenemos todavía de “tan humano”, o de “tan pecaminoso”. Por ejemplo, cuando nos alteramos mucho, y le echamos la culpa a otros por nuestras preocupaciones, por nuestros pequeños desastres. Cuando en pensamientos estamos en contra del prójimo, como así también en palabras. Cuando nosotros favorecemos guerras, y enemistades. Cuando estamos en contra del asesinar, pero, incluso, estamos a favor del matar (por ejemplo, la matanza indiscriminada de animales, especies vegetales, contaminación de biosferas, y biotopos, vida mineral). Eso quiere decir que estamos contra Cristo, aunque pertenezcamos a una institución llamada “Iglesia”, y cada día acudamos a una misa, o a un culto.

Una tergiversación que sufrió el  cristianismo originario a través de la Iglesia , fue que se dejó de lado a los animales y a la Naturaleza , justamente en el tiempo actual, donde todos los días se escucha hablar del cambio climático, y de las catástrofes del clima. ¿Cómo  estaría el mundo actual, si los seres humanos captasen la enseñanza del Nazareno, y la acepten en su corazón, y la sigan? Seguirle a El significa trabajar en uno mismo: utilizar cada día cuestionándonos: ¿qué queremos?, ¿qué quieren decirme estos pensamientos, o estas imágenes tan especiales en mi consciente?, ¿qué me quiere decir esta persona que de repente me cuestiona, me exige, o alborota por algo? ¿Qué me quiere decir mi compañero, mi compañera de trabajo  que me desprecia, o el jefe, que no está contento con mi trabajo? Todos estos son indicativos del día, de los que un cristiano originario debería poder entender y extraer la conclusión: qué hay en él mismo cuando se altera en exceso.


La Iglesia , por el contrario, ha quitado esta oportunidad a sus fieles. En la Iglesia se les dice a las personas: “es suficiente con tener fe en Cristo”. Si fuese realmente así, en este mundo se verían las cosas de otro modo. Si  la fe fuese suficiente, entonces la Naturaleza estaría sana; los animales podrían vivir en paz, y habría una gran unidad. Pero, esto no es así. La Tierra está revuelta: la atmósfera entre  las personas no es muy buena. La  Iglesia sostiene que si se tiene fe en Cristo, debería ser todo olvidado, ya que comúnmente se dice: “Jesús nos quitó los pecados en la Cruz ”. Si esto fuera así, pues seriamos todos puros, y viviríamos en la Ley del amor, de la libertad, de la unidad, y de la fraternidad, y todos seriamos hijos, e hijas conscientes en Dios, y la Tierra , por ende, respiraría.  Pero,  hay algo que no está bien. ¿Qué es lo que no está bien?


¿Por qué  se dejó de lado el ejercicio de  conciencia de cada uno, en el que cada uno debería ir a Cristo, al Señor, y preguntarle: es correcto lo que yo he hecho, así como he actuado? Ante una situación, el fiel de Iglesia tiene que ir a un sacerdote, y decirle cuales son sus fechorías, y el sacerdote le perdona, y aquellos que han sufrido esas fechorías, quedan simplemente tirados allí, u olvidados. Se podría decir que la responsabilidad por lo que uno hace, simplemente se la entregó a otros, se la entregó a otra persona que de repente dice: reza tres Padrenuestro, y tres ave Maria, y con esto puedes arreglar tu pecado. Pero, la mala acción no está arreglada: lo que yo le he hecho a mi prójimo en pensamientos, palabras, y obras, sigue allí,  si yo no lo he borrado de mi interior, realmente, pidiendo perdón, perdonando, y arrepintiéndome.


 Pedir  perdón, perdonar, arrepentirse. Esto cuesta esfuerzo, podrían decir algunos, y tal vez los lectores digan: “el cristianismo originario no es algo sencillo, hay que HACER algo, hay que utilizar el día, hay que cuestionarse a uno mismo, hay que arrepentirse, hay que pedir perdón y perdonar, y al final, no debo hacer más lo mismo, en las palabras, en los pensamientos, en las obras que he hecho. Esto cuesta esfuerzo, sin embargo, la Iglesia , te lo quita todo y ya estás bien”. El cristiano originario va a buscar la raíz de su manera de sentir, pensar, y obrar: el beneficio es aprender cómo es uno mismo, y sentir en uno más y más la fuerza del Cristo de Dios, y sentir cómo ayuda. No  hay otra alternativa que pensar analíticamente, con juicio despierto, eso que enseña la Iglesia cuando dice: es solo suficiente con la fe, nuestros sacramentos conducen al Cielo, y a la bienaventuranza eterna. El  estado del mundo está comprobando que esta enseñanza en un falseamiento de la enseñanza de Jesucristo, que enseñó el pacifismo, y que amó también a los animales.


 Maximiliano Corradi


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