Una vecina de María Grande debió impulsar una audiencia de mediación contra un particular que alquila un inmueble, para que deje de funcionar una fábrica metalúrgica en el medio de la ciudad. El taller está pegado a su casa, donde además funciona su laboratorio de análisis clínicos. Según constató Analisis Digital, la mujer envió notas al municipio para denunciar la situación, pero las autoridades respondieron que en ese lugar no funciona ninguna fábrica. Sucede que el taller no tiene la habilitación correspondiente y trabaja de forma clandestina, por lo cual se labró un acta notarial que prueba la existencia de actividad industrial -ilegal dentro del ejido municipal, según establece la Ordenanza 617/11-. Esa documentación será prueba que se presentará en la audiencia de mediación, a la que también está citada la Municipalidad de María Grande, y que tendrá lugar este martes en Paraná.

La historia de los ruidos molestos y la contaminación del aire, en zona urbanizada de María Grande, viene de larga data. La audiencia de mediación intentará darle un cierre positivo al conflicto entre dos particulares y la Municipalidad de María Grande, aunque no debería llegarse a esta instancia cuando existen ordenanzas que regulan las actividades industriales y el territorio en el que deben funcionar.

 Luciana Bartoli está cansada. Vive en su casa de María Grande, donde también tiene su laboratorio de análisis clínicos. Hace aproximadamente un año, no puede dormir bien, tampoco puede trabajar tranquila, ni puede estudiar. Ella y sus hijos tienen que soportar a diario los ruidos de altos decibeles que emite el taller metalúrgico clandestino, que se ubicó pegado a un lateral de casa. Además de esos ruidos, en el ambiente flotan partículas de pintura y restos de las obras que contaminan el aire.

 Preocupada por la situación, Bartoli recurrió a la normativa municipal. Se encontró con la Ordenanza, la 617/11, que “alcanza y rige todos aquellos asuntos relacionados directa o indirectamente con el uso, la ocupación y la subdivisión del suelo” en María Grande. Entonces, con la asistencia de su abogado Gino Feresín, escribió una nota al Gobierno municipal, encabezado por el intendente Hugo Main, a quien le pidió que “en virtud del poder de policía que le compete, proceda a ordenar la clausura inmediata de dicha finca y prohíba todo tipo de actividad que genere ruidos molestos, atento al establecimiento de salud con el que es lindero y las viviendas cercanas -art. 2.3.0.; 6.2.4.; Título 5, Punto 2.2, último párrafo y concordantes y consecuentes de la Ordenanza Municipal-”.

La nota fue respondida por el intendente, que retrucó que en la dirección donde se denuncia el funcionamiento de un taller metalúrgico -Avenida Artigas 101, esquina Presidente Perón-, no existe ningún comercio que emita ruidos molestos. Sucede que Main respondió desde la documentación con la que cuentan en el municipio, y como no existe ninguna habilitación municipal, contestó que en el lugar no hay ningún taller. En esa respuesta, se le pidió a la vecina que rectifique su denuncia y suspenda la audiencia de mediación.

 Bartoli decidió, en cambio, ratificar su denuncia y constatar la existencia del taller clandestino haciendo labrar un acta notarial. En el documento que está fechado el 6 de mayo de este año, consta también el testimonio de otra vecina y un maestro mayor de obras. En el acta se da cuenta no sólo de los ruidos molestos de la fábrica y la contaminación en el aire, sino también se ratifica la existencia de una medianera que pertenece a la mujer.

 Para intentar resolver el conflicto, Bartoli y Feresín no encontraron otra salida que no sea la mediación, porque desde el municipio no le dan respuestas concretas. En 2015, la mujer denunció la situación a la Municipalidad en repetidas ocasiones, pero no pasó nada. Fue a hablar con los trabajadores del taller, pero tampoco le prestaron atención. “En ese lugar funcionaba una metalúrgica histórica que fue clausurada. Luego el dueño murió y es un inmueble que está en sucesión. Sin embargo, lo alquilaron para la misma actividad que se desarrollaba antes, pese a la vigencia de la Ordenanza desde 2011”, explicó Bartoli.

Los días conviviendo con el ruido del taller

 A poco más de un año de funcionamiento del taller, los ruidos que comienzan por la mañana temprano y no cesan hasta pasadas las 19 de cada día laborable, no son la única consecuencia en la vida de los vecinos. En la vivienda de Bartoli ya hay rajaduras. “La pared de mi dormitorio, la del dormitorio de mis hijos y del laboratorio están pegando al taller que funciona del otro lado. Todo el tiempo se escucha que golpean cosas sobre el muro y durante este tiempo se fueron formando rajaduras”, describió.

“Les pedí varias veces a los obreros que no golpearan sobre la pared, pero se me rieron y me contestaron que no iban a dejar de trabajar para que yo pudiera descansar. Fui entonces a denunciarlos a la Municipalidad, luego de contactarme informalmente con la jueza de Faltas. Yo sé que rige la ordenanza que prohíbe este tipo de actividades en el ejido urbano, porque hay un Parque Industrial -la norma no fue retroactiva, es decir que los talleres que ya estaban funcionando podían continuar, pero los nuevos deben ubicarse en el Parque Industrial-”, asentó la vecina.

“Terminé contactándome con el abogado para encontrar una solución, porque ya no sabía cómo parar esto. No me deja vivir tranquila a mí y mis hijos, y encima no puedo brindar un buen servicio a mis pacientes del laboratorio. No entiendo para qué están las ordenanzas si el mismo municipio no las cumple”, lamentó la ciudadana.

N.B. de ANÁLISIS DIGITAL