El trigo, el principal cultivo de invierno, se implantará con algunas ventajas como la buena humedad disponible en los suelos y los precios internacionales atrayentes. La gran duda, sin embargo, es qué pasará con la comercialización porque el fantasma de la intervención oficial sigue vigente. ¿Se sembrará más o se sembrará menos?. Entre Ríos ya ingresó en la época óptima de implantación de trigo –que se extiende hasta mediados de junio– pero todavía es una incógnita cuántas hectáreas se van a sembrar porque no hay estimaciones con cifras más o menos concretas.

Los buenos precios internacionales del trigo –que se mantendrían sostenidos–, la buena humedad de los suelos en prácticamente toda la provincia, los excelentes rendimientos de las últimas dos campañas y la necesidad agronómica de rotar los cultivos son elementos más que alentadores y no debería haber dudas de que estamos en las puertas de una buena campaña.


Hay, sin embargo, un factor clave que demora la decisión de los productores: la comercialización. Las trabas generadas por la intervención oficial en los mercados han dificultado enormemente las ventas, de manera especial las exportaciones –principal destino del trigo entrerriano por su histórica baja calidad–, y, ya se sabe, “el que se quema con leche…”.


Vale recordar, en este sentido, que todavía quedaría entre el 40 y 50% del trigo de la última campaña –y también del ciclo 2009/10– sin comercializar. Ésta y no otra es la razón central por la que todavía no se sabe cuál será el hectareaje final de esta campaña porque trigo, obviamente, se va a sembrar.


Para Oscar Montero, el presidente de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, el área implantada “será similar o algo menor” que la del ciclo 2010/11 cuando en Entre Ríos se sembraron 279.470 hectáreas que dejaron una producción de 1.074.319 toneladas.


El empresario diamantino, fue enfático en reclamar, acaso por enésima vez, reglas claras. “Para que haya una buena producción necesitamos reglas transparentes en el mercado porque todavía seguimos teniendo una diferencia importante entre el precio internacional del trigo y lo que efectivamente percibe el productor”, remarcó.


La política de liberar, de vez en cuando, una determinada cantidad de toneladas para exportación, según Montero, “no le sirve” al productor y, por eso, “son tan necesarias las reglas transparentes en el mercado. Esta forma de seguir mirando el negocio del trigo no incentiva para nada la producción”, advirtió.
No obstante, el productor “va a hacer trigo porque necesita hacerlo y porque, además, estamos saliendo de una cosecha de soja que no es todo lo buena que se pensaba”, agregó Montero.


Coincidencia. José Carlos Basaldúa, vicepresidente 3° de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), por su parte, coincidió con Montero y vaticinó que el área triguera “no va a aumentar, a lo sumo se mantendrá” en los niveles del año pasado.


El dirigente victoriense diferenció entre el que siembra en campo propio y el que lo hace en campo arrendado. Para el primero, opinó, “los números del trigo pueden ser interesantes”; para el segundo, en cambio, “la experiencia de la última campaña lo va a asustar y seguramente va a hacer un solo cultivo: soja”.


El que tiene campo propio, sin embargo, “debe estar pensando cuántas hectáreas va a sembrar porque probablemente todavía tenga trigo sin vender”. Estimó, en este sentido, que en el país aún deben quedar entre 5 millones y 6 millones de toneladas sin comercializar, y en Entre Ríos “un 40%” de lo producido.


La política del Gobierno nacional, vale recordarlo, perjudica especialmente a los productores entrerrianos porque la baja calidad del cereal que producen los obliga a depender casi exclusivamente de la exportación. “Acá estamos más complicados todavía”, subrayó el ex presidente de la Sociedad Rural de Victoria.


Otro elemento a tener en cuenta a la hora de sembrar es el incremento de los costos de producción, fundamentalmente los fertilizantes, que se mueven al ritmo de la inflación real. “Los costos suben por el ascensor y los precios de los granos por la escalera”, graficó Basaldúa, parafraseando al único argentino que fue tres veces Presidente de la Nación.


Algo más. El jefe de la Filial Paraná de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) y titular de la Cámara Arbitral de Cereales de Entre Ríos, Rodolfo Gross, por su parte, se mostró más optimista. “Mi impresión es que quizá se siembre algo más, o, por lo menos, lo mismo”, aunque admitió que la principal preocupación de los productores es la comercialización.


“Hay condiciones favorables: los perfiles están recargados de humedad, hay semilla suficiente, el precio no es malo –aunque la intervención oficial perjudica al productor porque no se puede obtener el precio lleno– y las expectativas de cotizaciones internacionales son alentadoras”, argumentó Gross, al tiempo que advirtió sobre el peligro de una mayor intervención oficial si “cae la producción” de trigo en el país.


– ¿Cuánto trigo queda sin vender?
– ¡Qué pregunta! Si lo supiera… Tal vez reste vender el 50%.
A pesar de las trabas a la comercialización que tantos dolores de cabeza ha provocado entre los productores y de que los precios de los insumos, especialmente los fertilizantes, se han disparado, Gross no dudó en afirmar que “se va a hacer trigo. En donde largue el primero con la primera máquina, enseguida van a seguir los otros”, aseguró.


La asignatura pendiente


La intervención oficial que traba la comercialización del trigo es, sin duda, la principal queja de los productores y la razón central por la que muchos demoran el inicio de la siembra. Hay, sin embargo, un problema más importante que se potencia en un escenario como el actual: la baja calidad del trigo que se produce en Entre Ríos.
Rodolfo Gross, jefe d
e la Filial Paraná de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) y titular de la Cámara Arbitral de Cereales de Entre Ríos, definió a ese problema como “el más difícil de solucionar”. Y alertó: “Si no trabajamos para lograr mayor calidad, cada vez será más difícil la comercialización. Si tuviéramos trigo con 11% arriba de proteína y 25 ó 26 de gluten se podría vender sin demasiados inconvenientes a la molinería”.


“El productor debe apostar a la calidad, pero los acopios y las cooperativas también tienen que hacer lo suyo y apostar a la segregación: hay que separar por calidad de recepción”, exhortó Gross.


Sugirió, además, elegir variedades que aporten mayor calidad y no mayor rendimiento porque los altos rindes bajan calidad. De esa forma la producción podrá ser colocada en la molinería y no se dependerá tanto de la exportación. El desafío, alguna vez, deberá asumirse.
Fuente: El Diario – Danilo Lima