Por Luciana Bártoli(*)- Para que el organismo humano funcione correctamente existe en todas las células un proceso llamado “señalización”, que es algo así como un súper circuito con múltiples elementos de interacción y control; un estímulo externo o interno es detectado por un mensajero, que se adhiere a un receptor que se encuentra en la célula, y así, pegaditos, generan un segundo mensajero que es el encargado de la transducción de la señal, es decir, se empiezan a producir múltiples reacciones en cascada, que genera una amplificación de la señal inicial en cuestión de milisegundos, lo que lleva a obtener la respuesta deseada y específica por parte de la célula. En otras palabras, un pequeño estímulo genera una gran respuesta celular. Muchos elementos intervienen aquí: hay proteínas y lípidos, polipéptidos, nucleótidos, aminoácidos, etc. Todos colaboran para el “buen andar” del organismo, algunos para que “marche”, otros para que “pare”.

Si en algún momento, alguno de ellos falla, la cosa se desorganiza, y aparece una patología.


De alguna manera, y seguramente por cuestiones de mi profesión, esto se asemeja mucho a la realidad que hoy nos toca; como padres, como amigos, como docentes, como Estado, como vecino, como pueblo, como sociedad y como personas. Hoy nos está fallando el “segundo mensajero”, el encargado de llevar la información al lugar correcto para hacer que la señal se amplifique y suceda lo que debe suceder.


No podemos taparnos los ojos y lamentarnos de lo ocurrido día a día, y tener el propio problema en casa, y no darnos cuenta de ello. Una persona, tenga la edad que tenga, cuando tiene problemas, lo manifiesta, de una forma u otra, expresa en su propio idioma, sea con palabras o con el cuerpo, sea con hechos o sin hechos, que algo no está bien consigo mismo. No podemos como padres, hacernos los desentendidos cuando uno de nuestros hijos no actúa de forma acorde a su edad, y no digo con esto “normal” porque el parámetro de normalidad está definido dentro de cada familia, e incluso dentro de cada persona, de manera diferente, donde la ética y la moral juegan distintos papeles, y no por eso uno es buena, o mala persona.


No puede ser que en este pueblo y en cualquier otro, sucedan cosas como que los pibes salgan a falopearse a la calle, que más de uno lo vea, que además sepan donde se vende la droga y que nadie haga nada al respecto.


No puede ser que estemos tan ocupados que no nos demos cuenta de las conductas de los chicos. Que estemos tan ciegos y tan negadores que no lo queramos ver.


No puede ser que la vecina sepa con quién sale el nuevo vecino del barrio, y le pasa “la posta” a las amigas, pero no se anime a decir, que ayer hubo un pibe que se fumó un porro en la puerta de la casa.


Por empezar, la vida del vecino con nueva novia, nos importa un pito. Te puede dar para charlar diez minutos, pero jamás le va a salvar la vida a nadie. A lo mejor está bueno tener “la posta” dentro del vecindario, porque cuando necesitamos un número de teléfono, sabemos a quien hay que pedirle, pero es terrible y tristísimo, que también haya gente que sepa de estos comportamientos adolescentes y preadolescentes, y no lo quiera decir “porque no se quiere meter”. Es como la madre que siente que su hijo al llegar a casa, huele “raro” o tiene los ojos “idos” o la mirada perdida, pero “seguramente se tomó algo de más”, y no, de ninguna manera se fuma un porro!!!


No podemos seguir manejando este país de esta forma. Porque hay miles de inocentes que pierden su vida por culpa de esos inadaptados sociales, no los asesinos, drogadictos y delincuentes, sino los demás, los que están a cargo de criarlos, contenerlos, corregirlos, sacudirlos, y volverlos a dejar parados. Porque somos todos responsables de lo ocurre, no puede ser que nadie vea nada cuando las cosas suceden, no puede ser que nadie “quiera meterse en problemas”, porque el problema es muchísimo mas grave, y es el silencio, es callar una bomba de tiempo, callar algo que tarde o temprano va a terminar mal, y como ahora, terminó con la vida de un inocente.


Tomemos ese segundo mensajero y démosle lo que quiere para amplificar la señal. No nos quedemos callados, no nos quedemos quietos, la violencia no se aprende, se ENSEÑA, y no podemos permitirnos callar porque “la policía no sirve”, el “Estado no se hace cargo”, o “la justicia no existe”. Sí existe, y debemos empezar por nosotros mismos, en nuestra propia casa. No tengas miedo de preguntar, de hablar, de sentarte a charlar con tus hijos, de cuestionar, de plantear, de confiar, de discutir y de imponer. Hay que sentarse a hacerlo, porque hay que cambiar este país, y sí, hay que votar diferente tal vez, pero también hay que ver que pasa con uno mismo dentro de uno mismo.


Los miedos no existen, son fantasmas, y cuando se los enfrentan, se transforman en poder, y ese poder, se multiplica, y lucha, lucha y vence, y cuando vence y mirás al costado, ves que estás de la mano con el Amor.


No hay ninguna lucha que no sea ganada por el AMOR.


Amplificá la señal. Hablá, no te calles. Hacelo por tus hijos, por vos, por la sociedad entera, y por todos los ALEXIS que no conocerán de esta lucha, pero que desde el cielo, y junto a Dios, sabrán cómo alumbrarnos para seguir adelante y hacer justicia por ellos.


(*)Bioq. Luciana Bartoli – Mat. 915


Publicación autorizada por la profesional.